Mate.

Luna
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Por primera vez desde hace tiempo, estaba asustada. El hombre media por lo menos dos metros y la corpulencia no ayudaba a quitarle los nervios. Sus brazos estaban llenos de tatuajes y su voz era grave, cargada de una amenaza.

Detrás de él había dos chicos más, de menor estatura y más jóvenes.

—¿Buscabas algo en especial?—preguntó cruzándose de brazos.

—Y-yo... no estaba, b-bueno yo... me perdí. 

La peor excusa de la vida.

—Ya veo, y vaya que estás perdida.

☾ * ☽

Un dolor punzante llenó los labios de Minjeong, y probó en su boca el sabor de su propia sangre. Algo salada y metálica.

—¿Quién te envió? ¿Para qué estás aquí?

Los ojos cafés de la chica miraron con frialdad al hombre, y una sonrisa arrogante creció en sus labios al verlo tan frustrado por no obtener lo que quería.

Se encontraba atada de manos y pies en una silla.

—Vengo del servicio canino, me han informado que no tienen pedigree.

Ese comentario se ganó otro golpe en la mejilla derecha, dejándola de un rojo intenso que más tarde pasaría a morado. El chico más bajo y castaño se acercó con una bandeja hacia el más grande. Éste tomó una jeringuilla con un líquido transparente como contenido. Minjeong se tensó cuando se la inyectó sin cuidado en su inmóvil brazo repentinamente.

Un sedante.

—Yuta, quizá será mejor esperar al Alfa—habló una chica, era alta, morena y con espléndidos ojos avellana. Pero su voz temblaba como gelatina cuando se dirigía al hombre.

—El Alfa no está, y yo soy el segundo al mando. Yo tomo las decisiones en su ausencia. ¿Me estás cuestionando, Uchinaga? —se acercó amenazante hacia ella, quien se mostraba muy nerviosa y bajaba la cabeza sumisa ante su superior.

—N-no, yo s-sólo creí que...

La chica ni siquiera pudo terminar su oración, pues el puño del Beta impactó contra su rostro con tal brutalidad que la mandó al suelo. Esta se levantó con la vista en sus pies y un ojo morado.

—¿Crees que por ser amiga de Yu tienes voz aquí? ¡Lárgate de mi vista! 

Los gritos que propinaba, lo hacían ver como alguna clase de perro rabioso.

—Como ordene, Beta.

La morena salió del oscuro cuarto de donde se encontraba, después del chico castaño.

Mientras Minjeong era testigo de la escena, deslizaba ágilmente sus manos entre las cuerdas. El esfuerzo provocaba que estas quemaran su piel, pero al final logrando su objetivo.

—¿Sabes cuántos cómo tú he aniquilado a sangre fría?

—Sí lo que intentas es asustarme créeme que no lo lograrás, pulgoso. ¿Crees que yo no he matado a hombres cómo tú?

La verdad es que Minjeong no lo había hecho, pero no podía quedarse callada. Sabía que sí se dejaba intimidar tan fácilmente no lograría salir de ahí con vida.

El Beta sólo rió cómo si la pelirroja le hubiera contado un mal chiste.

—Le dejaré este asunto a mis hombres, no vale la pena mancharme las manos. 

Esta vez fue el turno de Minjeong de reír.

—¿No quieres mancharte las patas? Que perro más fino—se mofó. 

El hombr

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